María Soledad Morales cumpliría 53 años este viernes, pero hace 35 que ya no está, que le robaron la vida, que se la arrancaron para siempre a su familia, a Ada y Elías, sus papás, y a sus seis hermanos. El tiempo no calma el dolor en el corazón de su mamá, pero tampoco borra de la memoria los recuerdos más tiernos de “Sole”, ni todo lo que tuvo que escuchar, aguantar y soportar de los que quisieron tapar el caso y encubrir a los hijos del poder.
“La verdad es que estoy muy triste, muy triste. Todos los días mi hija está presente, pero en estos días se agiganta más el dolor y el recuerdo. Y pensar en todo lo que ha pasado mi hija, ¿no?”, expresa Ada Rizzardo (76), la madre de María Soledad, en diálogo con Clarín.
El caso María Soledad es un emblema en la historia criminal argentina y también un símbolo de lucha, perseverancia y búsqueda de verdad y justicia. “Sole” tenía 17 años cuando el 7 de septiembre de 1990 salió al boliche Le Feu Rouge, en Catamarca, donde con sus compañeros organizaron una fiesta para recaudar fondos para el viaje de egresados. A ella le tocaba la venta de entradas, pero en un momento de la madrugada del 8 de septiembre desapareció.
El 10 de septiembre, encontraron su cuerpo en un zanjón, al costado de la ruta provincial 38, a 900 metros de su casa. Le habían desfigurado la cara, arrancado los aritos y cortado la piel de uno de sus brazos.
La investigación arrancó con varias irregularidades y de a poco se empezó a hablar de “los hijos del poder”. Los nombres de Guillermo Daniel Luque, hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque (PJ), y Luis Raúl Tula se escuchaban por lo bajo en una ciudad paralizada por el miedo.
Desde plantar pruebas, sobornos y hasta amenazar testigos, la cadena de encubrimiento fue tal que el entonces presidente Carlos Menem tuvo que intervenir la provincia y remover la cúpula policial.
También hubo que hacer un segundo juicio, ya que en el primero se pudo ver por TV cómo dos jueces hacían gestos sospechosos cuando tenían que decidir si detener o no a un testigo por falso testimonio.
La madrugada que mataron a María Soledad
La Justicia determinó que Tula fue quien se llevó a María Soledad de Le Feu Rogue al boliche Clivus, un lugar donde solían parar millonarios y políticos. Esa madrugada, Luque estaba en el lugar. También Luis Méndez y Hugo “Hueso” Ibáñez, dos personajes que estuvieron detenidos como copartícipes pero luego fueron liberados.
El barman de Clivus Jesús Muro declaró que vio cómo manoseaban a la adolescente, a la que se veía mareada. Los investigadores determinaron que fue drogada y luego la llevaron al hotel “Los Álamos”, donde la violaron entre dos y cuatro personas. La causa de muerte de María Soledad fue por sobredosis de cocaína. Intentaron reanimarla en un centro de salud, donde habría muerto, y las heridas que tenía su cuerpo fueron post-mortem para intentar tapar lo que le hicieron.

Finalmente, “El Gordo” Luque fue condenado a 21 años de prisión por el crimen y la violación de María Soledad y Tula a 9, por ser partícipe secundario del asesinato. Pero Luque solo estuvo 14 años preso y Tula, cuatro y medio. Para la familia, esa justicia que les permitió a los asesinos estar en libertad en tiempo récord y tener que cruzarlos caminando como si nada por las calles, fue otro golpe durísimo.
La familia Morales siempre tuvo claro que no fueron solamente Tula y Luque los que quedaron impunes, que hubo más gente implicada esa madrugada, que hubo muchos más que participaron del encubrimiento.

“Cuando los condenaron a ellos, la Cámara Penal pidió la investigación de los 33 falsos testimonios, de los bomberos que lavaron el cuerpo de mi hija, de la policía de la Tercera que era la que investigaba el caso y de tantos otros más que mintieron. Todo quedó en la nada“, recuerda.
La mamá de María Soledad tiene la altura para reconocer que en algún momento se equivocó y pide disculpas. Es que fue un equipo de forenses integrado por el reconocido perito Osvaldo Raffo (1930-2019) el que determinó cómo mataron a su hija. “Yo siempre le pido perdón a Dios, porque yo decía que el doctor Raffo no había hecho bien las cosas. Yo se que él ya no está, pero a su familia le pido mil disculpas, porque gracias a él, a que los tres médicos legistas vinieron a declarar en el juicio, sirvió para condenar a estos dos que estuvieron involucrados”.
Siempre en el mismo lugar
Ada vive en el mismo lugar de siempre, ese que compartió toda la vida con su esposo, Elías –que falleció en 2016–, y sus hijos. Ese donde se convocaban los vecinos para respaldar a la familia, los periodistas que cubrieron el caso durante años y al que fue a visitarla el entonces gobernador Ramón Saadi, junto a jefes de policía y otros políticos. Le prometieron de todo con tal de callarlos a ella y su esposo: plata, vales de nafta, trabajo para su hijo mayor. Ellos nunca aceptaron nada. Solo querían verdad y justicia.
La mamá de María Soledad dice que sigue siendo ama de casa como siempre pero que ya casi no sale. Solo va de visita a lo de alguna hermana o algún hijo, o a misa los domingos. Pero la mayor parte del tiempo está en su casa. Allí adentro, en su dormitorio, guarda un tesoro que la conecta directamente con Sole. Y habla de ella con alegría.

Tiene una cajonera donde conserva todos recuerdos de su hija. Su ropa, el uniforme del colegio, los poemas que escribía, las notas desde primero hasta quinto año de la secundaria.
“Hasta la asistencia de ella también. Ella tenía asistencia perfecta desde primero hasta quinto. Y ella siempre me decía: ‘Mirá mamá, yo no te traigo el de mejor alumna, pero te traigo el de asistencia perfecta, el diploma’. ¡El diploma! Con eso me quería convencer”, recuerda Ada entre risas. Aunque muchos le dicen que ya es hora de sacar esas cosas para que no le sigan haciendo mal.
Es que la tristeza, también, sigue indeleble como hace 35 años. “Tengo que tratar de disimular delante de mis otros hijos, a veces trato de escapar porque no quiero que ellos guarden rencor”, expresa la mujer.

“A veces cuando es el cumpleaños de uno de nosotros, yo veo esa silla vacía. Ellos están felices, todo, pero mi cabeza camina rápidamente, vio. Recuerdo y me pongo a pensar que mi hija también podría haber estado acá y que hubiera tenido nietos de parte de ella. Todo eso viene a la memoria. Es bastante doloroso tener que disimular el dolor que llevo dentro hace 35 años. Y ahora mire, el 12 de septiembre es su cumpleaños. Ella hubiera cumplido 53 años”, dice con mucha angustia.
Pero lo que más le duele a Ada, es todo lo que hicieron después de matar a su hija. “Ver que en vez de buscar a los asesinos, los encubridores trataron siempre de embarrarla, de ensuciarla. Y ya sé que el objetivo de ellos fue el de calumniarla, difamarla, tanto a ella como a Elías y a Ada, pero no importan Elías y Ada. Siguieron adelante. Ellos pensaron que haciendo todo esto iban a poder callarnos y no lo lograron porque nunca fuimos al choque, siempre fue buscar la verdad y justicia para nuestra hija”, sostiene Ada con la misma entereza de siempre.

Ada cuenta que vive muy acompañada por sus hijos y comparte entusiasmada que ya tiene nueve nietos, el más grande de 34 y los más chiquitos de casi tres meses, y tres bisnietos. “Es un aliciente hermoso porque por lo menos me traen alegrías con sus ocurrencias y todo. Dentro de tanto dolor que llevo en mi, en mi alma, por lo menos un poquito de alegría me dan los niñitos”, dice la mujer.
También recibe visitas de otros familiares, amigos e incluso de quienes marcharon a la par de ella en aquellos años de lucha por justicia y padres de compañeras de Sole. “Todo me da mucha fuerza para seguir adelante”, expresa.
“Andan por la calle como si no hubieran hecho nada”
Si bien la mamá de María Soledad casi que no sale de su casa, todavía ve a sus hijos llegar de la calle indignados por haberse cruzado a Luque o a Tula.
“Los entiendo, los comprendo porque a ellos siempre yo les digo que no digan nada, que no vayan a caer en la bajeza de contestarles. Pero para ellos es doloroso verlos y me dicen: ‘Mirá mamá, todo lo que han luchado con papá y ellos andan por la calle tranquilamente como si no hubieran hecho nada. Y por ahí vemos que alguno los saluda, los abraza, y nosotros todavía estamos acá sufriendo’”, cuenta Ada, que les pide a sus hijos que recen para que su mamá dure unos años más y pueda defenderlos.

Ada es muy creyente, se aferra a las oraciones y a Dios. “Yo no guardo odios ni rencores, nada con todo lo que nos hicieron porque yo sé que el odio, el rencor lastima. Entonces como creyente lo tengo que guardar en mi corazón todo eso. Y les enseño a ellos que también sean así. Son 35 años en los que yo cada día me aferro más al poder divino, vio, si el Dios grande que me dio la vida a mí, le dio la vida a ella también. Por eso, yo no quiero caer en la maldad, en el odio, como ellos”.
Los Morales tampoco se olvidan de las compañeras de Sole, que fueron las que comenzaron con las marchas del silencio junto a la hermana Martha Pelloni.

“Yo lo que quiero decirle también a los jóvenes de hoy que también están pasando situaciones feas, que tomen como ejemplo a las compañeras de Soledad que con 17 años no tuvieron miedo. Salieron y se enfrentaron al poder político pidiendo justicia”, expresa Ada.
“Ellas veían cómo las amenazaban, las perseguían, y que era algo raro lo que estaba pasando. Y salieron y enfrentaron al poder junto con la hermana Martha, pero nació de ellas. Y bueno, eso le digo a los jóvenes que lo tomen como ejemplo, que no se peleen, que vean que puede mucho más el amor y el cariño que la injusticia”, señala la mamá de Sole.

La humildad de Ada la lleva a preguntarse cada dos por tres qué tenía María Soledad para mover tanto a la sociedad. Y se sigue sorprendiendo por la cantidad de gente que a 35 años la recuerda como desde el primer día. “Eso me da fuerza a mi para tener valentía, coraje para no claudicar nunca”.
“Siempre hablo con mi hija y le digo ‘gracias hija mía, todo el mundo te quiere, has trascendido las fronteras y ayúdalas a las otras madres que también buscan justicia por sus hijas'”, confiesa Ada y asegura que eso lo tiene grabado en su corazón y su cabeza: su deseo de que todas las mamás tengan justicia. “Yo tuve justicia a medias. Todo lo demás quedó impune”.
Por este nuevo aniversario del crimen de María Soledad, el lunes hubo una misa en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, en Villa Dolores, Valle Viejo. Y el miércoles 10, a 35 años del hallazgo del cuerpo, habrá un homenaje en el monolito sobre la ruta 38, con oraciones en el lugar y un objetivo: recordarla para siempre.