Jonathan Caputero (50) trabajó gran parte de su vida en la marina mercante de su país, Filipinas. Su especialidad era la cocina y con esa función -prepararle la comida a la tripulación- llegó el pasado 20 de abril a la rada de Montevideo a bordo del buque “Ceci”, con bandera de las Islas Marshall. El barco había salido de Emiratos Árabes y pasado por Irak antes de cruzar el Océano Atlántico
Con 20 tripulantes y el capitán a bordo, el “Ceci” estuvo fondeado en la rada uruguaya cuatro días y luego comenzó a remontar el río Paraná rumbo al puerto santafesino de San Lorenzo para cargar 46 toneladas de girasol que tenían como destino Amsterdam, Holanda.
Pero algo fuera de lo normal pasó: en una inspección de rutina ordenada por el capitán, el primer oficial del buque encontró en la cámara frigorífica lo que terminarían siendo 469 kilos de cocaína.
Entonces todos los planes volaron por el aire: el “Ceci” quedó inmovilizado en el puerto de San Lorenzo y 19 tripulantes “retenidos” a bordo del barco. Sólo el capitán quedó fuera de sospecha y sólo uno de los marineros quedó con inmediata prisión preventiva: Jonathan Caputero.
De Caputero se sabe con certeza que reconoció “su responsabilidad en el hecho” y que -a diferencia de sus compañeros- está preso en la base de Prefectura en San Lorenzo.
Como tanto él como el resto de sus compañeros no hablaban castellano, Aduana aportó un traductor para las primeras declaraciones y se tomaron en inglés. Con el paso de las horas -y el fin de semana largo encima-, la Procuración General de la Nación contrató un traductor matriculado.
Antes de confesar, Caputero ya estaba muy complicado: la droga no sólo había sido guardada en la cámara frigorífica de su cocina, sino que estaba bastante bien escondida en cajas, acomodadas entre unos 100 kilos de carne.

La carne llegó al barco la noche del lunes 28 de abril y la subió una lancha en San Lorenzo. En un principio se creyó que ese había sido el momento de la contaminación, sin embargo ahora las pruebas se inclinarían hacia el puerto de Montevideo.
Hay varios indicios que lo marcan y el primero fue que las bolsas estancas en las que habían guardado los panes de cocaína estaban saladas.
Puede parecer rudimentario, pero a uno de los investigadores se le ocurrió hacer esta prueba del gusto y resultó fundamental: San Lorenzo es un puerto de río y, por lo tanto, de agua dulce. Luego otros datos -por el momento mantenidos en reserva- apuntalaron la hipótesis.
La investigación -a cargo de Prefectura, el juez federal N° 3 de Rosario, Carlos Vera Barros y los fiscales Claudio Kishimoto y Matías Alvarez, de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar)- ahora apunta al origen de la droga, que llevaba una corona como marca.
Se cree que era boliviana, pero todavía falta identificar al dueño. Algunos apuntan al capo narco uruguayo Sebastián Marset, prófugo de la Justicia de su país desde julio de 2023 pero sin causas en la Argentina.
El buque
El caso que estalló la semana pasada en el puerto de San Lorenzo (ubicado a 23 kilómetros de Rosario) es un perfecto ejemplo de cómo el narcotráfico internacional trabaja cada vez con mayor frecuencia en los puertos argentinos. Aunque con miles de millas de distancia, estamos a medio camino entre el productor y el consumidor.
Aunque ya se registraron otros casos que apuntan a San Lorenzo, esta es la primera vez que la carga (casi media tonelada) se encuentra dentro del buque aun anclado en puerto. También es la primera vez que la Justicia argentina interviene deteniendo a la tripulación extranjera. En este caso 20 marineros, todos filipinos.

“El lunes por la noche, una lancha se acercó al buque a pasarle la comida para la travesía. Esa carga debía ser revisada, pero por razones que desconocemos no se hizo esa noche, sino el martes a la mañana”, contaron fuentes del caso que ahora apuntan más a una contaminación en Montevideo. Aunque no descartan que en Argentina se intentara sumar más droga al cargamento.
Tal vez porque sospechaba algo, el capitán del “Ceci” envió al primer oficial a hacer esa inspección de los alimentos. No hizo falta mucho más. Encontraron la droga y llamaron a la empresa naviera a las Islas Marshall. De allí se comunicaron con la empresa que le hace la logística en Argentina.
Como el abogado de esta empresa conocía al abogado de la Unidad de Información Financiera (UIF) en Santa Fe, recurrió a él y así llegó todo a la Justicia Federal de Rosario.
“Para esto también se trabaja en colaboración internacional, para saber si alguno de los detenidos ha tenido algún tipo de antecedentes”, dijo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, durante una conferencia sobre el operativo.
En el “Ceci” se encontraron 379 panes que contenían exactamente 469,5 kilos de cocaína. La droga estaba acondicionada en bolsas estancas porque iban a ser arrojadas al mar cerca del puerto de destino, una forma de contrabando que está en auge y que cuenta con varios antecedentes en nuestro país, particularmente en la Hidrovía y la rada de La Plata.
La modalidad se llama “drop off/ drop on” y consiste en algo tan sencillo como usar lanchas rápidas cargadas con cocaína y con ellas llegar hasta los buques que hacen travesías oceánicas. Una vez concretado el encuentro, la droga es izada con cuerdas hasta el buque, donde es escondida. Ya en destino, y antes de que el buque llegue a puerto, se realiza el mismo trabajo, pero a la inversa. Solo hace falta un empleado infiel.
Es por eso que la droga secuestrada en el “Ceci” estaba protegida en bolsas naranjas herméticas (encintadas encima). Esas bolsas –según pudo saber Clarín– solo se consiguen en cuatro negocios en nuestro país y en Uruguay. Son iguales a las encontradas en un cargamento descubierto en la rada de La Plata.

En el operativo que sobrevino tras el alerta del capitán, en el “Ceci” también se encontraron dispositivos GPS, que son los que se le ponen a las bolsas para que, una vez arrojadas al mar, las lanchas rápidas puedan encontrarlas.
Este método es muy popular porque es una contaminación más sencilla que esconder la droga dentro de los contenedores, ya sea en bolsos (modalidad conocida como “rip off”) o mezclada con mercadería, lo que implica crear empresas, pasar controles y emplear una logística capaz de comprar toneladas del material en el cual esconder la cocaína: carbón, cereales, pescado, maderas.