La industria automotriz mundial está experimentando cambios acelerados como consecuencia de las nuevas tecnologías, el aumento de los costos y la avanzada de marcas chinas. En estas últimas semanas se conocieron los esfuerzos de automotrices como Volkswagen, Stellantis o Nissan para adaptarse al nuevo escenario mundial.
Esto implica recortes de personas, cambios en las cúpulas directivas o búsquedas de asociaciones con otras marcas para lograr capear la tormenta.
El crecimiento de las automotrices chinas juega un papel clave ya que su expansión parece no tener límites y, gran parte, se debe a los menores costos de producción en ese país que convierte a las empresas en las más competitivas del mercado.
En ese sentido, la japonesa Toyota –la empresa líder en ventas a nivel mundial– está replanteando su estrategia de producción y pone sus ojos en territorio de su país vecino.
Según informó este lunes el diario económico japonés Nikkei, el gigante automotor construirá una planta en China para la fabricación de vehículos eléctricos. Estaría instalada en Shanghái y fabricaría modelos de su marca de lujo Lexus. Según este periódico, el inicio de la producción sería para 2027.
La decisión de Toyota forma parte de una estrategia que busca fortalecer su presencia en el mercado automotriz más grande del mundo.
Los planes de Toyota en China
Según informó la agencia Reuters hace unas semanas, la automotriz japonesa planea fabricar al menos 2,5 millones de vehículos anualmente en suelo chino hacia 2030.
El objetivo es brindarles mayor independencia a sus ejecutivos locales para el desarrollo de nuevos modelos, buscando así adaptarse más eficazmente a los gustos y tendencias del consumidor chino.
Esta política de Toyota contrasta con la decisión adoptada por fabricantes tradicionales, que optaron por reducir sus operaciones en el país asiático o incluso retirarse del mercado.
Un ejemplo es lo que sucede con la crisis de Volkswagen ante la baja de ventas al mercado chino. Los jefes de la automotriz señalan como uno de los principales problemas es el debilitamiento de la demanda de sus vehículos en mercados clave, una mayor competencia de los fabricantes chinos de automóviles eléctricos y altos costos laborales y energéticos en Alemania.
La puja de China con las automotrices europeas se enfrasca en una discusión por el proteccionismo en ese continente. China presentó una serie de quejas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) tras la decisión de la Unión Europea (UE) de imponer aranceles a las importaciones de vehículos eléctricos chinos.
Bruselas anunció en julio aranceles provisionales de hasta 38% sobre las importaciones de vehículos eléctricos chinos en la UE al estimar que Pekín subvenciona ilegalmente a sus fabricantes. Hasta entonces el impuesto para los vehículos provenientes de fábricas chinas era del 10%.
Bruselas tiene cuatro meses para hacer definitivos estos aranceles, lo que deja una ventana de diálogo con Pekín hasta noviembre.
La competencia con firmas chinas como BYD, que han captado una parte importante del mercado con vehículos eléctricos y modelos tecnológicamente avanzados, empujó a Toyota a revaluar su estrategia en China. La decisión de incrementar la producción en China también es un intento por asegurar su cadena de suministro.
Al comunicar sus planes a los proveedores, Toyota busca transmitir confianza a los fabricantes de autopartes, convenciendo a sus socios de que China sigue siendo una apuesta firme para la automotriz japonesa.