“Estoy emocionado y contento, pero también disgustado: Casación tardó casi dos años para una resolución que deja que desear”. Cinco días después de cumplir 34 años, Matías Larrea celebra que está a punto de salir en libertad, tras casi dos años preso en el penal de Batán.
Es uno de los tres policías que fue condenado a prisión perpetua por “torturas seguidas de muerte” contra Michel Alberto Suárez, un joven de 20 años conocido como “Noa” que, el 6 de diciembre de 2014, murió en la comisaría 2da. de Quequén, adonde lo habían llevado por romper los vidrios de la sede de una agrupación política.
Dos semanas después, sin mayores explicaciones, los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Necochea bajaron las penas a 17 años. De torturas que lo empujaron al suicidio, pasaron a un “homicidio preterintencional“.
Ahora, en otro capítulo de un verdadero papelón judicial, la Sala V de la Cámara de Casación Penal bonaerense, integrada por los jueces Ricardo Maidana y Víctor Violini, determinó que Matías Larrea, Fernando Pérez Zenatti (44) y Daniel Allamanla (38) fueron coautores del delito de “vejaciones“. Es decir, apuntalaron la hipótesis de un suicidio.
Por ello, ordenó que un nuevo tribunal defina la pena a imponer (el Código establece de 1 a 5 años por este delito).
En las condenas fue clave la pericia de la médica Virginia Créimer, la misma que avaló la falsa denuncia de Andrea Vázquez contra el ginecólogo Pablo Ghisoni por el abuso sexual de su hijo, que luego una junta médica desautorizó y que fue cuestionado por presunta falta de ética e imparcialidad.
Como contó la periodista Josefina López Mackenzie en Clarín en una nota publicada el pasado 26 de agosto, Créimer intervino en el expediente “Noa” como representante de la querella, a cargo de la abogada María del Rosario Fernández. De acuerdo a los especialistas, solo se basó en generalidades.
En el juicio, ensayó una absurda teatralización de un estrangulamiento en vivo, utilizando a una voluntaria y un cordón cualquiera.
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Virginia Creimer, la perito del falso abuso contra Ghisoni, en el juicio por Noa Suárez
Otra policía condenada (a un año y dos meses) fue la ayudante de guardia Paola Mohana (32), por incumplimiento de deberes de funcionaria (omitió quitarle los cordones de sus zapatillas al detenido).
Todos habían sido respaldados por la ONG Inocente Colectivo, que defiende a integrantes de las fuerzas de seguridad y es conducida por Hugo Álvarez, hermano de un comisario santafesino.
Larrea, poco antes de salir del penal, le dijo a Clarín: “Es un gran avance. Puedo volver a ver afuera a mi familia, a mis amigos, a mi novia, a mi perro, y no acá encerrado”.
Su abogado Gonzalo Raggio acotó: “Tardaron 20 meses en sacar una sentencia, que llega tarde y es muy floja de fundamentación, que intenta ser una resolución salomónica y que ni siquiera gradúa la severidad de las supuestas vejaciones”.

Por su parte, el abogado Juan Pablo Roselló, defensor de los otros agentes junto con su colega Alejandro Hortel, afirmó a este diario que el fallo “dejó en claro que no existieron las torturas y que los tratos recibidos por la víctima -calificados como vejaciones- no fueron determinantes para que ella tome la decisión de suicidarse”.
Y aclaró que “se configura el delito de vejaciones por ejemplo ante una cachetada, una patada, un empujón o un zamarreo”.
En la mañana de este miércoles se desarrolló la audiencia donde se confirmó la excarcelación de los tres policías, lo cual estaba previsto que se concretara a las siete de la tarde.
La muerte de “Noa”
La noche del 5 de diciembre de 2014, “Noa” fue detenido por romper los vidrios del local del Partido Fe, en la calle 550, de Quequén.
Los policías que llegaron (Fernando Pérez Zenatti y David Herold) no lo pudieron subir al destartalado Chevrolet Corsa en el que andaban porque las puertas no abrían. Entonces pidieron apoyo y llegó el oficial Matías Larrea, que patrullaba en una Ford Ranger.
Así llevaron a “Noa” hasta la comisaría, a cuatro cuadras, donde llegaron a las 23.40. Larrea ayudó a entrar al detenido hasta el hall de entrada, y se fue. Compartió con él solo siete minutos.

Los demás policías se quedaron en la seccional, donde también estaban el oficial Daniel Allamanla y la ayudante de guardia Paola Mohana.
Un testigo en el expediente sostuvo que “Noa” había sido subido a la fuerza al patrullero. “Le pegaron todos los milicos que estaban en ese servicio“, declaró. Los presos alojados en la comisaría también dijeron haber visto que lo golpeaban.
El detenido fue alojado en un espacio minúsculo, conocido como “locutorio” o “buzón”. Dos horas más tarde, fue encontrado colgado de una reja, con una trenza armada con los cordones de sus zapatillas y el del traje de baño. Ya era la madrugada del 6 de diciembre. No lograron reanimarlo.

La autopsia del perito forense determinó una muerte por ahorcadura, pero descartó un homicidio. No tenía marcas defensivas y presentaba lesiones de más de 24 horas previas a la muerte. Esto concordaba con lo que había declarado la novia de “Noa”: una semana antes él se había peleado con tres personas en un boliche. Andaba con muletas.
El fiscal Walter Pierrestegui que investigó el caso tampoco encontró pruebas de que el joven hubiera sido víctima de maltrato ni tampoco tenía signos de violencia. Todo lo contrario a Créimer, que habló de lesiones recientes y apuntaló la teoría del homicidio. Una teoría que ahora la misma Justicia descartó.