“Tito” se murió sin saber qué había pasado con su hijo Diego, después de investigar, pensar, buscar, revolver… Irma todavía mira por la ventana de su casa, en el barrio de Villa Urquiza, creyendo que aquel chico de 16 años va a llegar convertido en un hombre. Esa ilusión jamás se apagó. Incluso nunca quiso dar de baja el teléfono fijo, esperando su llamado.
Pasaron casi 41 años para encontrarlo. Fue de una manera fortuita, por un demolición en un terreno lindero a una casona donde -entre 2002 y 2003- vivió el músico Gustavo Cerati.
Allí los obreros se toparon con restos humanos que, ahora, como anticipó Clarín este miércoles, correspondían a Diego Fernández Lima, el chico de 16 años que se esfumó para siempre tras salir de su hogar en la tarde del jueves 26 de julio de 1984.
Irma Lima tiene 87 años. Detesta que la llamen por su primer nombre, Bernabela. Su marido era Juan Benigno Fernández, a quien conocían como “Tito” y se murió convencido de que al adolescente lo había secuestrado la secta Moon.
Cuando desapareció Diego, nunca dejaron de buscarlo, pero chocaron con la burocracia y la desidia: “Seguro se fue con alguna mina. Ya va a volver“, minimizó ante ellos el policía que los atendió cuando fueron a hacer la denuncia.
Irma y “Tito” fueron papás de tres hijos: Marcela, Diego y Javier, que tenía 10 años aquel triste día que quedó en la memoria de todos. Cada vez que se hablaba de la “investigación”, a él lo mandaban al cuarto, para preservarlo.
Javier, ahora de 51 años, ya papá, habla y se quiebra todo el tiempo. La angustia es enorme. Atiende a un canal de televisión tras otro y no deja de agradecerles al fiscal Martín López Perrando, al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que identificó los restos encontrados en el jardín de avenida Congreso 3742, en Coghlan, a las redes sociales donde se viralizó el caso y a los periodistas.

“Si no fuese por Cerati, quizás me moría sin saber nada de mi hermano. Como decía él: ‘Gracias totales‘”, sostiene.
La tragedia para esta familia no se limita solo a lo que pasó con Diego, quien fue asesinado de un puntazo en las costillas y luego intentaron descuartizarlo con algún tipo de serrucho, pero no pudieron.
“Tito” murió el 10 de diciembre de 1991, a los 58 años, cuando iba en bicicleta y un auto lo atropelló en la esquina de la calle Galván y la avenida Congreso, a apenas 11 cuadras de donde casi 24 años más tarde aparecerían los restos de su hijo.

Irma ya lo sabe, pero no conoce todos los detalles. Este miércoles y jueves le apagaron la tele. No quieren que escuche nada del tema en los canales de noticias. “Por suerte es fuerte la vieja”, sostiene su hijo menor.
Toda la familia era de Boca, pero también tenía su corazón en Excursionistas, el club del Bajo Belgrano donde “El Gaita” descollaba en las divisiones infantiles junto a su gran amigo, José María Sánchez.
El Club Atlético Excursionistas expresa su estupor y tristeza por las noticias acerca de Diego Fernández Lima, quien fuera futbolista de nuestra institución al momento de su desaparición. Enviamos nuestras condolencias y un fuerte abrazo a toda su familia y deseamos que su alma… pic.twitter.com/DTIRJnd5dM
— Club Atlético Excursionistas 🇳🇬 (@ExcursioOficial) August 6, 2025
Fue Felipe, el cuñado de Javier, quien empezó a hilar cabos cuando saltó la noticia de los restos en el chalé de la avenida Congreso, donde siempre vivió una familia de apellido Graf. Se interesó en el tema y trabajó con un sobrino, Pedro, que es periodista y sociólogo. Se contactaron con el fiscal y la historia tuvo un cierre.
“Vamos a cerrar una pequeña etapa, ya que al menos tenemos los restos, como para poder hacer algo con él, pero necesitamos justicia, necesitamos saber qué pasó“, advierte Javier.

El día de la desaparición de Diego Fernández Lima
Aquel jueves 26 de julio de 1984, Diego volvió del colegio al mediodía. Iba a la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N° 36. Almorzó con Irma y luego le pidió plata para el colectivo porque iba a lo de un amigo. Nunca dijo quién era. Salió comiendo una mandarina.
Un conocido lo vio en Monroe y Naón. Le gritó “Gaita”. Fue lo último que supieron de él.
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Quién era el joven NN enterrado en un chalet al lado de donde vivió Gustavo Cerati
Casi 42 años después, una prueba de ADN estableció que los 150 fragmentos de huesos encontrados el 20 de mayo pasado en el jardín del chalet de avenida Congreso 3742 eran los de “El Gaita”.
Allí los hallaron los obreros que trabajaban en el terreno que quedó tras una demolición en Congreso 3748, donde había una casona en la que vivieron la artista Marina Olmi –hermana de Boy Olmi– y el líder de Soda Stereo.
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Misterio en Coghlan: una tumba a las apuradas y una familia en la mira
Estaban levantando una pared, donde siempre había solo una ligustrina como única separación, cuando desde el jardín del chalet de Congreso 3742 hubo un desmoronamiento y quedaron expuestos los huesos.
El misterio de lo que le pasó todavía persiste. En esa casa vive la dueña, ya anciana y viuda. Tiene dos hijos. El varón tiene hoy 56 años y fue compañero de colegio de Diego. Por eso, el fiscal López Perrando espera sus explicaciones. La mujer se fue al Sur.
Un punto que conecta a la víctima con este hombre es la pasión por las motos. Javier todavía conserva la última que se compró su hermano.

En la fosa donde lo encontraron, a apenas 60 centímetros del suelo, el o los asesinos dejaron pistas que muestran que no se trataba de profesionales: la suela de un zapato de un calzado número 41, lo que parecía un corbatín azul de colegio muy gastado, un llavero naranja con una llave y un reloj Casio con calculadora fabricado en Japón en 1982.
Un detalle curioso: es el mismo reloj que tiene puesto Diego en la muñeca izquierda en la foto que difundieron para su búsqueda y que volvió a aparecer en todos los medios, cuatro décadas después.
