Para lograr aquellas conclusiones, los investigadores se apoyaron en datos satelitales y así analizaron la distribución de los cadáveres en relación con la distancia de las fuentes de agua estancada. El equipo cree que los elefantes generalmente caminaban poco más de 100 km desde los abrevaderos y morían dentro de las 88 horas posteriores a beber el líquido. En total, examinaron 3.000 estanques y descubrieron que aquellos que experimentaron un aumento de las floraciones de cianobacterias en 2020 revelaban mayor cantidad de cadáveres a su alrededor. “No tenían más remedio que beber de ellos”, dijo el investigador principal Davide Lomeo, estudiante de doctorado en geografía del King’s College de Londres. Es posible que otros animales murieran por beber de estos estanques, pero que los cuerpos no hayan sido detectados en los reconocimientos aéreos o que hayan sido devorados por depredadores.