Verónica Barbero (60 años, escritora): “Nuestros cuerpos, nuestros actos son parte de la cultura, no son hechos aislados. El caso Pelicot lleva al extremo la violencia, la dominación sobre el cuerpo de la mujer. Es paradigmático de la violencia sexual en la pareja, con el permiso del marido, más de 50 personas abusan de ella. El estado de inconsciencia de la víctima es organizado por quien dice quererla: para él querer es poseer, ultrajar. El juicio oral y público y la pruebas irrefutables marcan un antes y un después; la vergüenza no es de la víctima, en esto resalto la valentía de Gisèle, ahora la vergüenza es de los perpetradores. Hombres comunes, demasiados para no pensar en que son la muestra de algo que anida en la estructura social. Creo que hoy la responsabilidad del cambio está en los colectivos masculinos, les hace falta autocrítica sobre formas de ser y pensar que refuerzan los ciclos de violencia. El diálogo debería ser entre hombres; en lugar de sostener pactos de silencio, deberían cuestionarse acerca de lo masculino y su relación con el poder que lleva a esa necesidad de dominación”.