Carlos Andrés Cayetano Luz (30), nacido en Montevideo. Cristian Gabriel Gonzalez (29), nacido en Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires. Joaquín Amoros Sanguinetti (27), uruguayo. Todas estas identidades -con sus respectivos documentos- eran usadas por una misma persona. Ninguna de ellas era la real.

Variando apenas su aspecto en las fotos carnet, Nicolás Caraballo Escobar, uruguayo, nacido el 8 de septiembre de 1993, logró llevar con éxito una carrera de narcotraficante y sicario. Siempre supo acomodarse y darse todos los lujos. Buenas casas, buenos autos, buenas motos, gimnasio de día y boliche de noche.

Así vivió cuando se instaló en la Argentina en 2023 luego de escapar de una cárcel de Montevideo, donde estaba preso por el homicidio de una mujer que quedó en medio de una balacera narco.

Y lo volvió a hacer en Florianópolis, Brasil, donde recaló luego de que, a principios de 2025, las autoridades argentinas lo identificaran y pidieran su captura internacional por dos crímenes mafiosos ocurridos con dos meses de diferencia.

A Marcelo González Algerini (36) lo fusiló en Derqui, Pilar, el 12 de octubre de 2024. Le disparó 17 veces. A Fabián Sturm Jardón (42) lo emboscó cuando estaba a punto de entrar a su edificio de Paraguay al 2900, en Recoleta, el 13 de diciembre. Le dio tres balazos con un arma con silenciador y se puso una peluca para disimular su verdadero aspecto.

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Tanto Algerini como Sturm eran sus ex socios, y también uruguayos. Caraballo Escobar -que por entonces usaba la identidad de Joaquín Amoros Escobar- los mató con la misma pistola Glock.

Ambos homicidios fueron al mejor estilo sicarial, y no por casualidad. Víctimas y victimario estaban metidos en la venta de cocaína e incluso Caraballo Escobar había sido importado a la Argentina para trabajar como asesino a sueldo de una banda narco.

El juez federal de Campana Adrián Gonzalez Charvay, el fiscal federal Sebastián Bringas y la fiscal Patricia Cisnero, de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) creen que Caraballo mató a sus ex socios porque ese mismo 2024 ellos habían intentado asesinarlo a él luego de entrar su casa de Pilar a robarle dinero o droga.

A Caraballo Escobar lo rastrearon hasta Florianópolis, en el sur de Brasil, en un trabajo conjunto entre Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA) y las fuerzas de seguridad de Uruguay y de Brasil. Primero se tuvo la información de que se movía con la identidad de Carlos Andrés Cayetano Luz y luego fue visto y filmado en un buffet de Floripa, en Praia do Goiás.

Cuando irrumpieron en su casa, los policías brasileños se dieron cuenta que ya estaba perfectamente instalado. Se había comprado una moto MV Agusta que cuesta 37 mil dólares (y en Argentina no se vende) y tenía embolsados al vacío y listo para vender dos kilos de marihuana de alta calidad. Además, se le secuestraron 40 dólares y 41 mil reales.

Según los reportes que recibió la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el sicario había entrado a Brasil en marzo usando su identidad falsa argentina (Cristian Gabriel González), pero cruzó por pasos ilegales para no dejar rastro.

Ahora es cuestión de horas para que el juez González Charvay reclame oficialmente su extradición. Se sabe que Uruguay también tiene interés por el sicario que, cuando se fugó de la cárcel de Montevideo, esperaba un juicio por el homicidio de Alejandra Silva Martínez, una cuidacoches que murió en noviembre de 2021 al quedar en medio de un enfrentamiento narco.

Por ese crimen estaba preso en la cárcel de Montevideo en agosto de 2022 .Tras la fuga, se escondió primero en Brasil y entró a la Argentina en 2023 como Joaquín Amoros Sanguinetti, identidad que pertenece a un uruguayo preso en su país.

La reconstrucción de su vida, hecha al detalle por la División Homicidios de la PFA, sostiene que a la Argentina llegó sin un peso, pero con un contacto que le presentó a Fabián Sturm Jardón. Fue este último el que lo llevó para Pilar. Se hicieron amigos y socios. En el teléfono celular de Sturm su contacto figuraba como “sobrino“. A la dupla se sumó luego González Algerini.

Aun no se tienen todos los detalles y seguramente Caraballo Escobar no diga ni “mu“, pero lo cierto es que todo terminó en una guerra de venganzas cruzadas.



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