El asfalto vibraba bajo las suelas. Tac, tac, tac. Un murmullo de zapatos golpeando la calle, acompasados, firmes. Eran miles de pasos que avanzaban juntos y, sin embargo, nadie decía una palabra. No había cantos, no había consignas, ni siquiera ladridos lejanos que quebraran ese clima. Solo el roce de la multitud contra el suelo. Catamarca entera parecía contener la respiración y la bronca.

Ese 20 de septiembre de 1990, la hermana Martha Pelloni caminaba al frente de miles de personas. Iba con las alumnas del Colegio del Carmen y San José, donde estudiaba María Soledad Morales, la adolescente de 17 años hallada asesinada 10 días antes.

El silencio no fue planeado: nació del miedo, del duelo, de la amenaza velada de un jefe de Policía que le advirtió a Pelloni que no sacara a las chicas a la calle. Pero salió así, como un gesto espontáneo de dignidad. Y fue tan potente que atravesó fronteras: el país entero se conmovió con ese silencio que no decía nada pero a la vez lo decía todo.

“Salieron en silencio porque estaba el jefe de Policía ahí (por el entonces comisario Miguel Ángel Ferreyra). Fue un sentimiento de duelo. El silencio nació espontáneo”, recuerda hoy en una conversación telefónica con Clarín.

María Soledad Morales (17), encontrada asesinada el 10 de septiembre de 1990 en Catamarca.

Ese silencio, tan hondo como ensordecedor, fue el comienzo de una resistencia popular que terminaría con un poder feudal desenmascarado, un gobierno provincial intervenido y dos condenados: Guillermo Luque y Luis Tula.

Martha Amelia Pelloni tenía entonces 49 años y era la rectora del Colegio del Carmen y San José, donde estudiaba María Soledad. No llevaba mucho tiempo en el cargo, apenas dos años. “Menos mal que era la rectora, porque gracias a eso pude estar al frente del colegio cuando fue muerte de María Soledad. Si no, no lo hubiera podido hacer”, dice.

Ella asegura que no fue solo un impulso personal, sino que fue un empuje social. “La sociedad empujó y yo tuve siempre un compromiso en mi tarea, cualquiera fuera. Siempre fui responsable y lo tomé con una responsabilidad”, remarca.

Martha Pelloni, hermana de la Congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas.Martha Pelloni, hermana de la Congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas.

La imagen de aquella monja encabezando multitudes quedó grabada en la memoria colectiva: no era solo la directora de una escuela, era una mujer, una monja, era la voz de un pueblo entero que se organizaba y reclamaba justicia.

El miedo y el nacimiento del silencio

En Catamarca había temor. La presencia policial se sentía como amenaza. Pelloni lo cuenta con claridad: “El jefe de Policía vino a hablar conmigo, me tenía atrapada en la rectoría. Lo que me dijo, si bien no fue una amenaza directa, lo fue, pero encubierta. Me hizo saber que tuviera cuidado de sacar a las chicas a la calle. Yo entendí el mensaje. Por eso les decía que salieran acompañadas y con permiso de los padres.”

Ese miedo, paradójicamente, dio origen a la marca histórica de aquellas movilizaciones. “Salieron en silencio porque estaba el jefe de Policía ahí, pero también porque era un sentimiento de duelo. Nadie quería jugarse de otra manera, honestamente había temor. Cada vez mirábamos para todos lados”.

Las compañeras de Sole en una de las marchas en reclamo de justicia.Las compañeras de Sole en una de las marchas en reclamo de justicia.

La organización fue espontánea y diversa. Padres, parroquias, mujeres profesionales y escritoras, todos se unieron. “Hubo una ayuda muy linda. No era Martha Pelloni solamente, era un pueblo que se iba organizando”, dice. Y rescata algo que marcó aquellas jornadas: “Sobre todo me quedó que cuando hay dolor y cuando hay injusticia, el pueblo se organiza”.

Las marchas pronto dejaron de ser solo por María Soledad. “Comenzaron a aparecer otros reclamos de justicia. Gente que les habían sacado la casa, temas de gran corrupción gubernamental. En un momento los Morales quedaron adelante de las marchas como símbolo, pero yo me fui al medio para explicar a la prensa que toda esa gente estaba reclamando también otras cosas”, relata Pelloni.

El recuerdo de María Soledad

Treinta y cinco años después, Pelloni vuelve a evocar a María Soledad. “Era mi alumna en catequesis. Hacía 15 días que habíamos hecho un retiro espiritual. La encontré en la calle esperando el colectivo y la subí al auto. Conversamos esos días. Era alegre, aunque no sobresalía”.

Martha Pelloni en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes. Foto: Enrique García Medina. Martha Pelloni en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes. Foto: Enrique García Medina.

Recuerda con nitidez la última vez que la vio, lo cuenta de forma tan rápida como quien se acuerda de algo que pasó hace algunas horas: “Entró corriendo al colegio con un pañuelo rojo en el cabello, sin uniforme. Fue la primera y la última vez que la vi ese día”. Esa imagen quedó grabada en su memoria como un recuerdo imborrable de la adolescente que, sin quererlo, se convertiría en el símbolo de una lucha nacional.

El tiempo no quebró el lazo con la familia. Pelloni sigue en contacto con Ada Rizzardo (76), la madre de María Soledad. “Todos los aniversarios hablamos. Ella no está bien de salud, prácticamente le cuesta caminar, pero está lúcida y acompañada por sus hijos y nietos”, cuenta.

Video

El caso María Soledad en un minuto

La misa de cada 7 de septiembre sigue siendo un espacio de memoria y encuentro, sostenida por el mismo sacerdote que acompañó desde el primer día, Oscar Tapia.

La voz que no se calla

Hoy, Pelloni vive en Santos Lugares (partido de Tres de Febrero), el lugar donde comenzó su vocación religiosa. Allí, desde hace un año y medio, coordina la Red Infancia Robada, que fundó después del caso de María Soledad.

“Lo que me dejó esa experiencia es que no me puedo callar. A partir de ese momento comenzaron a pedirme ayuda para chicas que desaparecían, para otros casos de violencia. Ahora tenemos el fuerte de los suicidios adolescentes, la droga, la violencia cibernética”, explica.

Martha Pelloni tiene 84 años y coordina la Red Infancia Robada. Foto Enrique García MedinaMartha Pelloni tiene 84 años y coordina la Red Infancia Robada. Foto Enrique García Medina

Aunque ya no puede estar en cada caso, sabe delegar: “Es muy importante saber delegar y con juicio crítico. A esta altura de mis 84 años tengo que hacer dedo a ver a dónde voy, pero gracias a Dios todavía puedo, me responde la cabeza y las piernas también, con eso es suficiente.”

Treinta y cinco años después, el eco de aquellos pasos sigue resonando. “El reclamo silencioso fue lo que más llamó la atención, incluso a la prensa nacional. Tenía una fuerza enorme. Nadie quería arriesgarse de otra manera. Ese silencio fue lo que más se escuchó”, remarca.

Las marchas del silencio por María Soledad Morales en Catamarca.Las marchas del silencio por María Soledad Morales en Catamarca.

El silencio que gritó justicia. El silencio que derrumbó estructuras de poder. El silencio que convirtió a una monja en referente social. El silencio que todavía hoy, en la voz de Pelloni, sigue siendo un llamado a no callar frente al dolor y la injusticia.



Fuente Clarin.com – Home – Policiales