Cronista vs. novelista
La vida de Caparrós, según él nos la cuenta, es fundamentalmente la de un joven que se propone ser novelista y que tomará sus principales decisiones a lo largo de su vida con ese objetivo innegociable. Hoy, ese escritor y periodista con múltiples reconocimientos, siente que ha fracasado. Es un buen escritor, piensa, pero no un gran escritor; no se siente parte de ese pequeño grupo que cambia la forma de escribir. Su novela La historia, en la que puso diez años de trabajo y lo mejor de sí, tuvo escasa repercusión. Será recordado, especula, como el autor de El Hambre y de diversas crónicas pero no como el novelista que se propuso ser, más reconocido por aquello que no le importa tanto y no por lo que le importa más. Y ensaya una explicación: “Supongo que mi problema como novelista -la razón por la que muchos me consideran un novelista regular o irregular- es que las personas no me interesan tanto, o mucho menos que las sociedades, sus procesos, sus inventos, sus crisis, sus salidas. Frente a eso, las neurosis de un señor mayor o una joven rebelde me parecen de una banalidad extrema -y entonces lo que me interesa es tratar de contar, incluso a través de sus historias, aquellos fenómenos”.
